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Winnicott y la teoría de los fenómenos transicionales
El psicoanalista inglés Donald Winnicott se destaca por su posición singular dentro del
campo de la psicología del niño. Aunque fue freudiano primero, y luego discípulo de
Melanie Klein, sus ideas adquirieron una sólida identidad hasta representar una de las
contribuciones más creativas a la teoría, sobre todo en un campo poco explorado por el
psicoanálisis: el de la ubicación de la experiencia cultural en la organización
psíquica.
Hemos reseñado ya algunas de las ideas de este pensador al referirnos al papel que tiene la
preocupación maternal primaria en la adaptación a las necesidades precoces del
bebé, así como sus apreciaciones sobre el concepto de función maternante,
caracterizada por tres notas: sostén, manipulación y presentación de objetos al
niño.
Ahora estudiaremos otra de sus importantes contribuciones. Nos referimos a lo que él
denominara fenómenos transicionales, así como a la revisión de la teoría
psicoanalítica del juego que, hasta él, se basaba casi exclusivamente en la necesidad
de descarga pulsional. |
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Como hemos comentado anteriormente, este autor critica en forma radical la concepción de un
aparato psíquico cuyas únicas alternativas sean las derivadas de un presunto
funcionamiento omnipotente, alucinatorio (propio del mundo de la realidad interna subjetiva), o la
adaptación plástica y no creativa a la realidad exterior en cuanto proveedora de
necesidades. En su opinión, la experiencia cultural intersubjetiva no tiene espacio en este
modelo estructural del aparato psíquico, y su ubicación requiere una nueva
conceptualización.
Winnicott observa que en el niño recién nacido existe un estado intermedio entre la
tendencia a usar el puño o los dedos para estimular la zona oral en una forma "subjetiva" o
"narcisista", y su salida al mundo de los objetos reales, objetivos, representados por un
osito o un muñeco con el cual el bebé juega poco tiempo después. Dicho estadio
intermedio está señalado por el uso de lo que el autor ha dado en llamar objetos
transicionales, que en realidad constituyen sólo la manifestación visible de un espacio
particular de experiencia que no es definible como totalmente subjetiva ni como completamente objetiva:
el de los fenómenos transicionales. Este espacio no es interior al aparato psíquico, pero
tampoco pertenece del todo a la realidad exterior y, como veremos luego, constituye el campo intermedio
en el que se desarrollarán tanto el juego como otras experiencias culturales. A partir de esta
formulación interpreta que debe existir un estadio transicional entre la vida en la realidad
subjetiva tal como el bebé la vive y la aceptación de la realidad exterior. Introduce
entonces el aludido concepto de fenómenos transicionales, que utiliza "para designar la
zona intermedia de experiencia entre el pulgar y el osito, entre el erotismo oral y la verdadera
relación de objeto, entre la creatividad primaria y la proyección de lo que se ha
introyectado, entre el desconocimiento primario de la deuda" (con el mundo exterior)
"y el reconocimiento de ésta" (Winnicott, 1971).
La pauta de los fenómenos transicionales empieza para Winnicott en un período variable
que va desde los cuatro a seis meses hasta los ocho a doce. Como se puede apreciar, su aparición
corresponde aproximadamente al estadio del objeto precursor de Spitz y a la etapa de simbiosis de
Mahler.
La manifestación observable de la emergencia de esta zona intermedia de experiencia es el uso
del objeto transicional, que representa para el bebé una primera posesión del no-Yo.
Efectivamente dicho objeto transicional no es el bebé, pero tampoco es concebido por éste
como exterior a sí mismo. Posee características subjetivas a la vez que otras propias del
mundo externo, representado esencialmente por la madre. Ejemplos de estos objetos pueden ser las
mantitas, chupetes, pañuelos, etc., a los que el bebé se aferra en estos primeros meses, y
que le proporcionan una defensa contra la ansiedad (especialmente la de tipo depresivo), siendo incluso
a veces imprescindibles para poder conciliar el sueño. Aunque su variedad es infinita, dichos
objetos comparten en general la característica de poder ser poseídos y manipulados por el
bebé (que así adquiere derechos sobre ellos), pero a la vez presentan la condición
de ser capaces de conservar el olor de la madre u otras de sus características particulares. De
esta manera, representan el espacio que el bebé necesita para renunciar a la posesión
omnipotente de su progenitora, conservando algo de la seguridad que ésta le proporciona. Como se
ve, el objeto transicional puede ser concebido en este sentido como un precursor evolutivo de lo que
luego se logrará por medio de las representaciones mentales. Pero para Winnicott, mucho
más importante que el hecho de que el objeto transicional represente a la madre, resulta
precisamente la circunstancia de no ser la madre. Esto indica que se ha aceptado algo como no-Yo, aunque
este algo no sea tampoco del todo perteneciente a la realidad exterior objetiva. Esta es la paradoja que
en opinión del autor debe ser tolerada, de manera que no es operativo formular la pregunta de si
el objeto transicional fue creado por el niño o le fue presentado desde el exterior. La
aceptación de esta paradojal imposibilidad de contestar la pregunta, supone la aceptación
de todos aquellos fenómenos que no pueden ser considerados enteramente subjetivos ni objetivos, y
que abarcan todo el campo de los fenómenos culturales. En este sentido, si bien como veremos, a
la postre el objeto transicional se abandona y pierde importancia, ello no es porque desaparezca la zona
de experiencia que éste expresa, sino porque precisamente su significación se ha extendido
para abarcar todo el espacio propio de lo cultural.
Para que se produzca la continuidad de esta experiencia transicional, el objeto "seleccionado" debe
cumplir una serie de características que Winnicott resume como sigue:
e1 bebé adquiere derechos sobre el objeto, y el mundo exterior los acepta. Sin
embargo, esta adquisición representa al mismo tiempo una cierta renuncia a la
omnipotencia simbiótica;
- e1 objeto es amado y acunado, pero también mutilado con excitación;
- se le atribuye cierta vitalidad, como si tuviera vida propia;
- nunca debe cambiar (por ejemplo ser lavado) a menos que el bebé lo haga;
su catexia afectiva sufre una descarga gradual.
E1 objeto transicional representa el viaje del niño desde la subjetividad pura a la objetividad,
desde la indiferenciación con la madre a la aceptación de ésta como objeto
exterior, con el cual puede establecer una relación objetal. Hay que reconocer que este viaje en
realidad no termina nunca. "La tarea de aceptación de la realidad nunca queda
terminada" , dice Winnicott, diferenciándose de todos los autores anteriores, pues
"ningún ser humano se encuentra libre de la tensión de vincular, la realidad
interna con la externa. El alivio de dicha tensión lo proporciona una zona intermedia de
experiencia que no es objeto de ataques (las artes, la religión, etc.)" , es decir,
que debe aceptarse paradójicamente como no siendo completamente exterior ni tampoco interior. En
este sentido, la relación objetal misma es un fenómeno transicional, un espacio
intersubjetivo en el cual los dos sujetos que se vinculan juegan.
De lo que antecede se desprende que para este autor los fenómenos transicionales no representan
una etapa, ni se limitan al uso de un objeto en sí (como una interpretación demasiado
estrecha de esta teoría ha popularizado), sino que constituyen una zona de experiencia que
permanece toda la vida, y cuya ausencia puede conducir al extremo de una existencia puramente subjetiva
(la locura), o absolutamente conformada a una supuesta realidad exterior objetiva que el individuo no
contribuye a crear (la conformidad automática de Fromm, que aunque no es socialmente considerada
enfermedad, mutila la existencia humana personal).
De manera que esta experiencia, en la óptica de Winnicott, nunca termina. Para el autor
"en un estado de buena salud el objeto transicional no entra (al aparato psíquico) ni es
forzoso que el sentimiento relacionado con él sea reprimido. No se lo olvida ni se lo llora.
Pierde significación, y ello porque los fenómenos transicionales se han vuelto difusos,
se han extendido a todo el territorio intermedio entre la realidad psíquica interna y el mundo
exterior tal como lo perciben dos personas en común, es decir, a todo el campo cultural (...)
En este punto mi tema se amplia, y abarca el del juego, el de la creación y apreciación
artísticas, el de los sentimientos religiosos, y el de los sueños..."
(Winnicott, 1971).
Paralelamente a estas ideas, el autor postuló que la tarea del maternaje consiste en ilusionar
al bebé, para luego desilusionarlo paulatinamente. La descripción dinámica de este
proceso puede resumirse como sigue:
La preocupación materna primaria lleva a la madre a adecuarse casi perfectamente a
las necesidades del niño en las primeras semanas.
La rapidez y la adecuación al deseo del bebé con que se repite dicha
experiencia crea en el niño la "ilusión" de que el pecho es parte de él.
El niño siente que su deseo crea el objeto gratificante cada vez que lo necesita. Y
este objeto es, no sólo el pecho, sino el conjunto de cuidados que su madre le brinda.
Hasta aquí no hay verdadera relación entre uno y otro en el sentido de
intersubjetividad . "E1 bebé se alimenta de un pecho que es parte de él y la
madre da de mamar a un bebé que es parte de ella".
Con la extinción paulatina de la preocupación materna primaria, la madre pasa a ser lo
que nuestro autor llama una madre "suficientemente buena". Ésta continúa
proporcionándole al bebé experiencias de ilusión, pero también le provee
frustraciones derivadas de la natural imperfección en la adecuación a sus necesidades.
Esto guía al bebé hacia el reconocimiento de la realidad exterior, como vimos en los
demás autores, pero para Winnicott siempre persiste una zona personal de apreciación
subjetiva, que se sitúa en relación con los fenómenos transicionales, y que luego
se configura como una continuidad con "las intensas experiencias que corresponden a las artes y
la religión, a la vida imaginativa y a la labor científica creadora"
(Winnicott, 1971).
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