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psicología del juego infantil

Psicología del jugar infantil

(continuación)

 

Tipos de juego

De la misma manera que no se puede hablar de conductas infantiles en general, sino de las que corresponden a cada etapa del desarrollo, tampoco pueden englobarse todos los juegos del niño en una sola categoría. Por el contrario, hay tal diversidad de ellos que se hace difícil su clasificación.

Un primer intento de sistematización de las distintas variedades de actividades lúdicas podría ser el propuesto por Wolff, quien partiendo del criterio de Buytendijk en el sentido de que siempre se juega con algo, distinguió los juegos que se valen de objetos reales de aquellos otros que lo hacen con objetos imaginarios. Sobre el particular diremos que no hay que sobrevalorar el realismo de tales objetos, pues jamás alcanzan el significado que podemos atribuirle los adultos. En este sentido es bueno recordar que dado el franco predominio de la asimilación en esta actividad infantil, una ramita de árbol es equiparable a un juguete sofisticado, al que en ocasiones puede sustituir sin desventaja alguna.

Wolff nos informa también que los materiales de construcción son los predilectos de los niños en la etapa preescolar. Sin embargo los primeros juegos no emplean ninguna forma de material, y son simplemente ejercicios de las diversas funciones corporales. Son los que Ch. Bühler denominó "juegos funcionales" , y en los que Chateau encontró que se daba "algo fijo y estereotipado" . Se trata de juegos primarios, que, en esencia, difieren poco de los que se observan en diversas especies animales.

Algo más adelante surgen los denominados "juegos hedonísticos", basados tan sólo en la obtención de placer sensorial o motriz. No es nada fácil diferenciar este tipo de juego del inmediatamente anterior. En realidad este tipo de juego no desaparece nunca sino que pasa a integrarse con los otros como uno de sus componentes básicos. En este orden de ideas cabe recordar que la obtención de placer no ligado a ningún fin fisiológico "utilitario", es un esquema matriz desde el que luego se diferenciarán juego y sexualidad, como dos formas de desarrollo de una misma raíz ontogenética. A su vez ambas actividades se integrarán a otras funciones para expresar, a lo largo de los años, el goce que produce la gratificación de necesidades en niveles superiores de organización del ser.

Todavía fuera de la categoría de los juegos reglados van apareciendo más tarde los juegos "de desorden", con sus variantes "de destrucción" y "de arrebato". También es posible observar la primera de tales variantes en ciertas especies animales, si bien en éstas se da con una modalidad más pura, mientras que en el homo sapiens adquiere nuevos significados, como el desquite por frustraciones sufridas, y, sobre todo, el de constituir un primitivo modo de autoafirmación. La otra variedad de juegos "de desorden", la que recién quedó designada como juego "de arrebato", ha sido pragmáticamente delimitada por Chateau (1973): "Empujar lo más posible, gritar lo más que se pueda, arreglárselas para caer y arrastrar a todo un grupo en la caída, con grandes carcajadas, son juegos de arrebato. Agregémosle los juegos solitarios como (...) girar sobre sí mismo lo más rápidamente posible hasta la caída final" . Al juego funcional se le ha hecho un agregado hedonístico que se realiza sobre nuevos niveles de control motriz y de interacción social. En este último sentido puede decirse que estos juegos, todavía bastante individualistas, significan ya un contacto con el otro y el correspondiente intento de controlar la situación.

Inmediatamente aparecen los "de construcción", regidos al principio por la exploración de la propia motricidad, y luego -gracias a ella- puestos al servicio de la necesidad de orden y exploración del medio exterior. Superpuestos a los anteriores pueden observarse los "de regla arbitraria", progresivamente infiltrados en los "de imitación", hasta desembocar ambos en los "de desarrollo dramático".

Antes de seguir con esta breve reseña de los tipos de juego que vamos pudiendo observar en la infancia es necesario recordar que desde mediados del segundo año de vida aparece el juego simbólico, cuya descripción y significado lo expusimos en el capítulo dedicado al desarrollo cognitivo, al que remitimos para obviar tantas repeticiones.

Progresiva e insensiblemente los juegos van organizándose de acuerdo a ciertas reglas, que en un principio son extremadamente simples. Ante todo aparecen los recién mencionados "de imitación" (jugar al papá y a la mamá, a la maestra, a ser determinados animales, personajes, y hasta objetos). Tales actividades imitativas se desarrollan hasta culminar en los juegos "grupales" y los "dramáticos".

La forma más compleja de actividad lúdica es la que se rige por reglas estables. Dichas reglas se van imponiendo progresivamente sobre la impulsividad infantil, la cual es responsable de que, por lo menos en un comienzo, los jugadores necesiten la intervención de los adultos o de niños más grandes para el sostenimiento del cuerpo normativo. Poco a poco esta presencia será sustituida por la imitación, y luego por la identificación, con lo que las reglas terminan siendo asumidas por cada uno de los participantes, y por el grupo. En este sentido aquella impulsividad, aunque cada vez más controlada, es la que nos ayudará a entender el carácter oscilante de las reglas, y la mediocridad de los resultados en un grupo de niños menores.

Esta aparición y ulterior afianzamiento de las reglas implica un nivel superior de autoafirmación, y manifiesta con claridad el proceso de socialización. A través de este desarrollo surgen en plena etapa escolar los juegos que se han denominado "sociales", y que desembocarán en los "de grupo organizado" y en los "tradicionales". Estos dos últimos tipos de juego favorecen la integración del niño en equipos deportivos, y éstos, a su vez, al permitir combinar solidaridad y competitividad -no destructiva-, enriquecen la vida social, por lo que merecen el calificativo de psicohigiénicos.

Al hablar de juegos sociales en la etapa preadolescente, estamos incluyendo también los "dramáticos" y los de "regla arbitraria" que expusimos algo antes. Los dramáticos se complejifican, pero van disminuyendo en su frecuencia como precio de la creciente vergüenza frente a los pares. Los de regla arbitraria se exageran, manifestándose un claro predominio de los juegos de proeza motriz en los varones, y los de imitación colectiva en las mujeres, los que, en ambos casos, se encuentran confundidos con actitudes poco conscientes de seducción mutua.

El juego y la socialización

Es bien sabido, y ya lo hemos afirmado antes, que el juego es el lugar privilegiado para el desarrollo de las relaciones sociales.

La captación de la realidad del ambiente psicológico presenta en los adultos una adecuada estratificación. Así, en ellos es posible separar con nitidez lo fáctico de lo deseado. Por ello encontraremos tanto niveles de pensamiento más realistas, muchas veces impuestos por lo inalcanzable, como niveles de menor realismo, en algunos de los cuales se mueven sueños e ilusiones. Reiteremos que, si bien existe gran influencia y permeabilidad entre tales niveles, al mismo tiempo los límites entre ellos son bastante precisos, salvo en ciertas situaciones de mayor tensión. Por el contrario el ambiente psicológico infantil ha sido caracterizado porque "la diferenciación de los diversos grados de realidad es mucho menos marcada, y (...) las transiciones entre los niveles de realidad y de irrealidad se verifican mucho más fácilmente" (Lewin, 1955).

El niño parte de una indiferenciación entre dichos niveles de realidad y de irrealidad, y le resulta difícil discernir entre imágenes eidéticas y percepciones, así como entre causalidad "mágica" y "animista". En esta primera etapa "nombre y cosa, acto y palabra mágica, no aparecen aún claramente separados" (ibid). De esa manera se confunden deseo y realidad en un sistema de codificación muy distinto del nuestro, pero que persiste en los adolescentes y en aquellos adultos inmaduros para quienes todavía las ideologías resultan absolutas y sustituyen a los hechos. Será bueno aclarar que semejante confusión de niveles no es tan marcada en las conductas infantiles en general, sino particularmente en la situación de juego, que es aquella en la cual la sociedad infantil adquiere su mayor significación. Por ello tal situación puede ser considerada como la forma natural de interacción entre niños. Por lo mismo los grupos infantiles prácticamente nunca son fijos sino que por el contrario se caracterizan por lo cambiante de sus límites.

Como se verá en el capítulo siguiente, el liderazgo es un rasgo infaltable en los grupos de edad escolar. En un grupo de juego ese liderazgo se revela por la constante intervención en la actividad, la decisiva influencia en la elección del tipo de juego y en el arbitraje para la aplicación de las reglas. El líder lúdico en ocasiones es tiránico y, como dice Chateau (1973), "siente por una especie de intuición psicológica, la atmósfera del grupo y obra en consecuencia. Es diplomático al mismo tiempo que un jefe. Raramente usa la violencia para hacerse obedecer" .