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EL PREESCOLAR
Como quedó dicho al referirnos a la prehensión, toda nueva
pauta motriz se integra, inmediatamente de adquirida, en esquemas progresivamente complejos. En
sucesión cada vez más acelerada, aparecen el correr, saltar, trepar, subir y bajar
escaleras, golpear, encajar, hurgar, armar, etc. Así mismo, y con mayor fuerza a medida que
transcurre el tiempo, las destrezas motrices y sus perfeccionamientos van quedando insertos en una
densa trama de intereses sociales que desembocan en variados juegos colectivos, y por fin, en la
posibilidad de prácticas deportivas. |
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Paralelamente en esta etapa se han ido insinuando diversas asimetrías en el
comportamiento motriz. La lateralidad en el uso de las manos, las piernas o los ojos, va siendo notoria
y medible. Según la pertinente analogía filogenética de Cratty (1982)
"todos los organismos capaces de moverse lo hacen en forma asimétrica cuando no pueden
orientarse por señales externas. Cualquiera que sea su nivel en la escala filogenética,
los animales, incluso aquellos que utilizan la vista, tienden a denotar diversas asimetrías
funcionales. La rata muestra preferencia de zarpa (...), el saltamontes tiene su pata predilecta para
rascarse" .
Mucho se ha hablado de la lateralidad en el ser humano, y mucho se ha
mitologizado al respecto, de manera que el panorama de la información resulta desalentadoramente
abigarrado. Como nuestra cultura exige que en la etapa subsiguiente a ésta, es decir, la escolar,
se aprenda a escribir, el previo proceso de definición del hemicuerpo dominante adquiere
popularmente mayor relevancia.
Creemos que equivocadamente se ha intentado someter a cada sujeto a un
entrenamiento excluyente, y si bien ya no es tan frecuente que se exija el uso de la mano derecha, lo es
todavía que se oriente al niño al uso de una sola mano. Sin embargo la experiencia ha
demostrado fehacientemente que hay una mejoría en las destrezas motrices cuando a niños o
a adultos se los entrena también en el uso de la mano no preferida. La elección de esta
mano parece ser un rasgo hereditario recesivo, aunque sometido también a influencias culturales.
Puede afirmarse por fin que la preferencia por mano, ojo y pie, es un proceso complejo, cuya importancia
clínica y social ha sido hipertrofiada por una información parcial y no adecuadamente
actualizada.
En otro orden de cosas, destaquemos que la gran diversificación
de conductas motrices, la comprensión de situaciones sociales, y el desarrollo del lenguaje,
hacen más factible la experimentación con niños en la edad preescolar que con
aquellos que cursaban la etapa precedente. Por tal motivo, este período se ha convertido en un
espacio privilegiado para la discusión clásica entre los partidarios de la influencia
prioritaria de la maduración, y aquellos que sostienen el predominio del aprendizaje en el
desarrollo psicomotor.
Tanto los estudios llevados a cabo con mellizos, cuanto los realizados
con grupos de control, han demostrado que los niños no entrenados alcanzan en habilidades a sus
coetáneos, poco tiempo después de haberse suspendido el adiestramiento de aquellos.
Inclusive, como ha demostrado Dennis, los niños indios sometidos a severas restricciones del
movimiento en las primeras etapas del desarrollo, no presentaron luego retraso en el comienzo de la
deambulación. Sin embargo parecería que cuando las diferencias de entrenamiento asientan
sobre estructuras culturales y psicosociales profundas, incluyendo expectativas distintas de los padres
(y por lo tanto, persistentes a través del tiempo), producen efectos más fácilmente
comprobables, como es el caso de aquellos pueblos primitivos cuyas madres observan el crecimiento sin
ansiedad, con lo cual sus niños logran la deambulación más precozmente que los
nuestros. Así mismo Pikler observó en Budapest "que hasta cierto punto, el adulto
demasiado solícito pude interferir en el avance del niño en proceso de
maduración".
En nuestro medio se comprobó que los niños de clase baja
tenían mejor y más precoz motricidad gruesa pero menor destreza en la motricidad fina, los
de clase media presentaban características exactamente opuestas, y los de clase alta un buen
rendimiento en ambas, lo que se atribuyó a las diversas posibilidades de entrenamiento: espacios
amplios pero sin juguetes en el primer caso, espacios reducidos pero con
juguetes en el segundo, y ambas fuentes de estimulación en el tercero.
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